Localidad Aranda de Duero (Burgos)
Año 2009
Promotor F.C.C. CONSTRUCCIÓN S.A.
Se plantean dos edificios que se ubican en los extremos Norte y Sur del solar, de forma que se libera la parte central de la parcela como zona estancial y de recreo pavimentada, la cual permite conectar la Plaza de Antonio Pereda con el Paseo de Benjamín Palencia.
Se prolonga dicho espacio abierto en sendas zonas longitudinales, porticadas bajo el vuelo de los dos edificios hacia el Este, de forma que se puede transitar de forma peatonal a través de la parcela desde el Paseo de Picasso hasta la Avenida de Murillo, a la vez que se disfruta de la zona comercial.
Los dos bloques, iguales en distribución y número de alturas, se organizan cada uno en torno a dos núcleos verticales de comunicación (escalera y ascensores) formando un gran patio interior central.
El acceso a cada edificio se realiza a través de sendos portales hasta los citados núcleos de comunicación, desde la zona porticada situada al Este de la construcción, la cual protege y permite también la entrada a la zona de locales comerciales. Cada núcleo vertical da acceso a veinticuatro viviendas, veinticuatro trasteros vinculados, cuatro no vinculados y a la planta de garajes en sótano, con las plazas vinculadas a viviendas.
El bloque norte, donde se sitúan las plazas de aparcamiento no vinculadas, contiene la entrada a este garaje en planta baja, desde la Av. de Murillo.
La solución de fachada pretende realzar la idea de potente y limpia volumetría del gran elemento prismático que constituye cada uno de los edificios, reforzada con el contraste de los distintos materiales (ladrillo, chapa de aluminio, hormigón visto) y la formalización de los huecos exteriores, estandarizados en tipos repetitivos y de tamaños modulados, en función de las necesidades de las piezas interiores. Dichos huecos se organizan horizontalmente, con una disposición que marca un orden exterior claro y rotundo, proporcionado a la escala de las fábricas y se valoran mediante el recurso a su agrupación, formando rasgaduras de la piel del edificio, las cuales provocan un vibrante juego de sombras que potencia cada uno de los elementales volúmenes construidos. Una gran cornisa de hormigón visto, de vuelo generoso sobre la línea de fachada, corona cada edificio, en un claro afán de completar su concepción racionalista y minimizar, a su vez, el efecto perturbador que podría provocar la preceptiva utilización del sistema de cubierta inclinada.